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Entrevista a una egresada UC: María Paz Rodríguez

Sobre lo que significó su paso por el campus San Joaquín para vigorizar sus futuros libros, nos cuenta la escritora María Paz Rodríguez, alumni UC del Magíster en Letras Hispánicas y actual dueña de Neón Ediciones.

¿Qué fue lo que te motivó a estudiar el Magíster en Letras Hispánicas en la Universidad Católica?Siempre quise estudiar un magíster y me gustó la malla de la PUC; había ido un montón de veces a San Joaquín por amigos que me prestaban libros de la Biblioteca, por actividades en la facultad y por los carretes en las canchas jajajaja. Me gustaba el campus y quería algún día participar en la universidad como alumna, aunque fuera de post grado. Así que postulé y quedé.

¿Qué significó tu paso por la Universidad Católica, y específicamente, por la Facultad de Letras?Recuerdo esos tiempos con mucha nostalgia; de hecho varios momentos de los que viví ahí, inspiraron pasajes y personajes de mi libros. Esos años fueron de los más intensos, estimulantes y felices de mi vida. Las clases eran en la tarde noche, conocí profesores y profesoras que abrieron mi mente a tantos niveles. Participé de discusiones que por lo demás, me inspiraron y sigue inspirando. Hasta el día de hoy, a veces, repaso mis apuntes y lecturas de esa época; gracias a lo que aprendí en la faculta de letras, me siento preparada para dar mis clases y talleres, pues el soporte teórico, la formación de los y las profesoras y la calidad de los ramos, es y fue muy estimulante; entonces solo tengo las mejores cosas que decir con respecto a mi paso por la carrera.

¿Cómo ha sido tu proceso creativo en los distintos libros que has escrito?
Cada uno ha sido tan distinto del otro. Es como si de algún modo fueran narradoras diferentes que acuden a un mismo imaginario e historia para decontruirla y volver a encajar sus piezas. Ha habido libros que se prepararon por años: El gran hotel, Mala Madre; ha habido otros libros sorpresivos como Niñas ricas y la novela que estoy terminado ahora. En cada uno de ellos trabajo por capas, es decir, intento ir por la trama primero, para luego dedicarme años a trabajar prosa y sentido. Que el lenguaje opere como un personaje más. Por lo general siempre estoy en dos proyectos paralelos; una novela y un libro de cuentos; dos novelas simultáneas; una novela un poemario u obra de teatro. Entonces lo que funciona en un texto, a veces me sirve para inspirar otros y así. A veces los textos se me cruzan y de esa experimentación creo, se van generando estos mundo ficcionales que son los que nutren mi literatura.

¿Cómo estás viviendo este período de cuarentena?
Al principio tuve mucho miedo por lo que estaba pasando, me deprimí y no era capaz de concentrarme. Me increpaba por no ser productiva ni aprovechar el tiempo (pasaba las 24 horas horas frente a la tele). Pero hoy tengo mis horarios, mis talleres funcionando y estoy a punto de terminar una novela. La verdad es que disfruto cada momento en su simplicidad; preparar la comida, jugar con el perro, con el gato, leer cuando me da la cabeza, tratar de no mirar el celular (aunque lo miro harto la verdad), escribir todo lo que pueda. Aprovechar el tiempo de una manera un poco distinta. Me ha servido la soledad aunque por lo general estoy bastante acostumbrada a trabajar y estar sola. Pero pienso en esta soledad como un momento que me conectó con otro lado mío, que me ha llevado a lo creativo (por suerte) y a vivir con lo mínimo.

La fuerza que ha adquirido el movimiento feminista, el estallido del movimiento social, el brote de un virus sin procedentes, han sido períodos intensos que nos han llevado a cuestionarnos y a replantearnos tanto nuestro presente, como nuestro futuro. ¿Cómo afectan estas “etapas” de agitación o remezón social en tu proceso creativo? ¿Han surgido nuevas historias o nuevos temas en los que inspirarse?
La verdad, he participado activamente del movimiento feminista y en todo el proceso del estallido social, sobre todo al principio. De hecho, junto a un grupo de artistas, organizamos cacerolazos con músicos y vocerías en distintas comunidades a propósito de las manifestaciones.

Pero pienso que al menos en mi proceso, los eventos externos suelen inspirarme tiempo después. La verdad siempre  estoy recuperando del pasado —y de la distancia con el pasado— lo que no ha quedado resuelto. A veces imagino escenas que viví o que imagino que viví. Entonces sí, los aconteceres políticos tiñen una parte de mi literatura, pero necesitan tiempo par decantar  e integrarse en mi imaginario. Con el feminismo es un poco distinto, porque siempre he escrito novelas o cuentos, con protagonistas mujeres, que aluden a una resignificación o una investigación de lo femenino frente a la opresión del patriarcado.

¿Cómo nace la idea de tener tu propia editorial “Neón”?
Por casualidad Javier Sepúlveda, director de Ebooks Patagonia, me preguntó si me interesaba hacerme cargo del sello editorial que tenían de libros en papel. Yo nunca quise ser editora porque sé el trabajo que implica, pero en ese tiempo estaba sin trabajo y quise probar. La primera vuelta que le dimos fue pensar un nombre distintos que lo separara de la idea de los eBooks. Y lo segundo era qué tipo de catálogo me interesaba trabajar a mí. En ese momento tenía ganas de publicar autores y autoras latinoamericanas emergentes. Y eso fue lo que hice. De a poco me empecé a identificar con la figura de la editora. Me gusta mucho trabajar con mis autores y sacar proyectos adelante. Pienso que la edición es otra forma de escritura. Y eso siempre lo hace creativo como oficio.

En los últimos resultados del Estudio Global GfK, o en la última prueba PISA (studio realizado por la OCDE) se ha observado que los chilenos leen con poca frecuencia o simplemente no leen, en comparación a otros países. ¿Qué tan grande ha sido el desafío de embarcarse en una industria que busca impulsar la lectura, ampliando el espectro cultural, de una sociedad que se limita a hacerlo?Por Neón Ediciones, tengo la experiencia de vender en cada feria independiente que hay. Y cada año noto que existe un interés de la gente que participa en estos eventos, que se interesa por los catálogos de las medianas y pequeñas editoriales. Tengo la impresión de que en Chile cada vez se lee a más autoras y autores nacionales y que el interés crece año a año. El desafío siempre es grande porque hay que ingeniarse para mantener la atención de las personas, y la lectura compite con redes sociales, con netflix y con otras plataformas, pero al menos por mi experiencia en ferias y buscando generar comunidades lectoras, se pueden dar cambios e intereses compartidos que faciliten la llegada de los libros y la lectura a un grupo.

¿Cómo es ser hoy en día mujer, feminista, emprendedora y literata?
No sabría contestar esto. Me siento muy afortunada, quizás. Poder hacer lo que quiero, escribir lo que quiero y trabajar en lo que quiero, es a todas luces un regalo del que estoy muy agradecida. Siento que la cosa parte cuando hice mi postgrado en la PUC y de ahí, han sido un poco las circunstancias; el encuentro con distintas personas y disciplinas las que me han llevado a poder concretar los proyectos que he emprendido con los años. Y creo que haber tomado ciertos riesgos fue la nota que permitió dedicarme a la literatura desde las distintas disciplinas: mis libros, mis talleres, mi editorial.
Agradezco mucho todo lo que he aprendido sobre el feminismo porque pienso, entrega herramientas para poder ser mujeres en el mundo, frente a los distintos paradigmas a los que debemos enfrentarnos a diario y asumir desde ahí una voz, en mi caso narrativa, que quizás me hace conectar con mis lectores; y tener esa oportunidad de comunicación y de conexión es algo que me hace vivir agradecida a tantos niveles.

¿Cómo es el Chile que sueñas?
Un país más justo, con mayores oportunidades para todas y todos. Un país que nos permita tener sueños como sociedad; sin credos ni paradigmas que nos opriman, sobre todo a los grupos disidentes. Un país en que haya mezcla de ideas, de razas y en donde la clase no determine tu futuro. Un país en que se lea más y mejor. Un país con poesía en los colegios; un país con una educación en que permitamos a nuestros niños y niñas pensar y conectarse con el mundo desde las oportunidades que da una buena idea y la imaginación. Un país que no evalúe todo desde la ganancia y el lucro; que ponga valor en la vida humana más allá de las diferencias. Un país sin la desigualdad que existe hoy, y que creo, es uno de los problemas más duros a enfrentar, sobre todo tras de esta pandemia y la tan anunciada recesión. Un país más libre que ponga en valor los recursos naturales; que deje de explotar la naturaleza como un bien más de consumo; que nos cuide como ciudadanos y ciudadanas y que vele por los más desvalidos y desvalidas del sistema.

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