Gabriel Rivera Véliz, constructor civil UC y su profunda vocación de servicio a la comunidad
18/11/2025
En 2024 Gabriel Rivera fundó Trayenko, fundación que tiene por misión dar acceso a baños dignos en sectores rurales de Chile. Con una historia marcada por el esfuerzo, la proactividad y un fuerte sentido social, hoy trabaja para visibilizar un problema que afecta a más de un millón de personas en nuestro país.
En Chile, más de un millón de personas no cuenta con un baño conectado a un sistema de saneamiento seguro, una realidad que suele pasar desapercibida pese a su impacto en la salud, dignidad y calidad de vida. Ese diagnóstico fue el punto de partida para que el egresado de la Escuela de Construcción Civil UC, Gabriel Rivera, con más de 30 años de experiencia en el rubro de la construcción, decidiera volcar su trayectoria profesional a un proyecto social concreto, la Fundación Trayenko, fundada a mediados de 2024 y dedicada a construir baños para familias en situación de vulnerabilidad en zonas cordilleranas de la Araucanía.
La iniciativa, nacida formalmente en junio de 2024, tiene su origen en una historia personal profundamente marcada por la precariedad. Oriundo de Rauco, comuna de la provincia de Curicó, Gabriel es el menor de 8 hermanos, su padre falleció cuando era pequeño, y creció junto a su madre en el pueblo de Rauco sin luz ni agua potable, con un baño de pozo negro hasta la adolescencia. Su camino académico se abrió paso entre sacrificios familiares y la convicción de “que la actitud vale más que el conocimiento”.
Dedicado unos años a la topografía, y tras décadas de trabajo en el mundo de la construcción inmobiliaria, decidió que era momento de devolver lo recibido. Desde entonces, ha combinado su experiencia técnica, una red de contactos construida a lo largo de su carrera, y una motivación personal inagotable, para la instalación de baños completos, con ducha, lavamanos, alcantarillado con fosa séptica y zanja drenante, a familias que viven en sectores de difícil acceso, donde las temperaturas pueden alcanzar incluso hasta los -20°C, y el saneamiento básico es prácticamente inexistente. “Mi objetivo es hacer un baño al mes durante los próximos 20 años”, cuenta.
En esta entrevista, conversamos sobre su trayectoria, el origen de su vocación social, el funcionamiento de la fundación y los desafíos que imagina para el futuro, en el marco del Día Mundial del Retrete que, proclamado por la ONU, se celebra cada 19 de noviembre con el fin de concientizar sobre esta temática que a nivel mundial aqueja a más de 3.500 millones de personas.

Gabriel Rivera V. junto a sus siete hermanos. Su familia, sobre todo su madre, han sido fundamentales en el desarrollo de su espíritu de servicio, el que se potenció con su experiencia de formación en la UC.
¿De dónde viene este impulso por ayudar y cómo se transformó tu espíritu de servicio en una solución real?
Creo que tiene que ver con mi historia. Crecí en el campo, sin luz, sin agua y sin baño. Todo fue esfuerzo, todo costó. Mi mamá siempre ayudaba a los demás, gestionaba luz para elcallejón donde vivíamos, buscaba agua para los vecinos y ayudaba en la iglesia cada vez que podía, siendo nosotros una familia de 8 hermanos, viviendo además con la pérdida de mi padre cuando yo era pequeño. Cuando uno ha vivido ciertas carencias, sabe lo que significa que alguien te tienda una mano. Con los años me di cuenta de que mi profesión y mis contactos podían ser útiles para eso: para ayudar a otros a vivir un poquito mejor.
Por otro lado, el punto de quiebre para iniciar más formalmente este proyecto de la Fundación Trayenko fue un conocido de Lonquimay a quien ayudé hace años instalando un baño. Hace dos años su casa se incendió y lo encontré durmiendo en carpas al interior del galpón de las ovejas. Ahí dije: “esto no puede depender solamente de lo que yo pueda hacer”. Necesitaba formalizar el proyecto, crear un equipo y permitir que otros también aportaran. Así nació la fundación y, aunque ha sido difícil, por ejemplo, no nos daban cuenta corriente y todo partió con recursos mínimos, hoy tenemos estructura organizacional, directorio, planificación y tres baños construidos este año.
Actualmente trabajamos junto a la Municipalidad de Lonquimay y su delegación en Icalma, que es una de las zonas más pobres de Chile. Ellos conocen a las familias y nos entregan un listado. Luego mi señora, que es asistente social, realiza las visitas domiciliarias y hace el diagnóstico. Elegimos casos donde el baño es una necesidad urgente: adultos mayores, familias con niños pequeños o personas que requieren condiciones mínimas para recuperar a sus hijos, por ejemplo. Es un proceso bien riguroso.
Más allá del baño en sí, hay un sistema técnico complejo detrás. ¿Cómo lo diseñaste?
Eso viene de mis años en construcción y conocimiento de la zona. Un baño en la cordillera no puede tener flexibles, no puede tener llaves que se revienten con el frío, ni sifones expuestos. Todo está hecho en PPR, adaptado a temperaturas extremas. Además, la fosa séptica es clave: mucha gente no la tiene porque en la zona cuesta el doble y está lejos. Entonces, a través de mis contactos me conseguí estanques ibc, también chutes de obra para usarlos como cámaras de inspección, ventanas donadas, etc.
Me encanta encontrar soluciones simples y prácticas a través del reciclaje de materiales. Esa es mi marca personal, y el trabajo colaborativo ha sido clave para llevar a cabo estos proyectos, donde también el ingenio ha sido clave para aprovechar al máximo todos los recursos disponibles.
Hoy, 19 de noviembre, se celebra el Día Mundial del Retrete declarado en 2013 por la ONU. ¿Por qué crees que se habla tan poco de la falta de saneamiento?
Hay mucha gente que piensa que en Chile eso no existe. Pero sí es una realidad, y lo es para más de un millón de personas en nuestro país, y la ONU declaró el Día Mundial del Retrete el 19 de noviembre justamente porque más de 3.500 millones de personas en el mundo no tienen acceso a saneamiento seguro, aproximadamente el 60% de la población mundial. Es un problema silencioso. La gente dice: “¿cómo no se van a bañar?”, pero es que no tienen dónde. Mi objetivo es mostrar esa realidad y que más personas se sumen a colaborar a esta iniciativa.
Con la Fundación Trayenko, mi sueño es dedicarle mínimo 20 años a esto: un baño al mes. Eso serían 300 a 400 baños dignos para familias que hoy no tienen nada. Y quiero crear además, un “banco de materiales reciclados”: ventanas, puertas, vanitorios, lo que a algunos les sobra y a otros les cambia la vida. El baño es el foco, pero también podemos ayudar en muchas otras cosas. Ser puente entre los que tienen y los que no: ese es el norte.
¿Qué es lo que más rescatas de tus años estudiando en la Escuela de Construcción Civil?
La excelencia académica, sin duda. Fue exigente, duro, pero formador. Llegué desde un liceo de Curicó, con menos base, y aun así me integraron, me apoyaron. El primer semestre fue difícil y reprobé un ramo de entrada, porque no venía con una buena base, pero luego fui el egresado con el mejor promedio de mi generación. La UC me dio herramientas para pensar soluciones, no problemas. Y también me dio comunidad. Hoy siempre vuelvo a la Escuela a dar charlas motivacionales, porque quiero que los estudiantes sepan que sí se puede, aunque uno venga con desventajas.
Por otro lado, haber estudiado construcción civil fue clave para este sueño que estoy desarrollando actualmente, ya que nos enseñaron que, como constructores, tenemos los concimientos y por ende el deber y compromiso de ayudar a la gente a mejorar su vivienda. Aprendimos este espíritu de servicio que hasta hoy día lo tiene la Católica y, particularmente, la Escuela lo tiene muy fuerte.









