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Entrevista a un egresado: Rafael Urrejola

En 2023 Rafael Urrejola, exalumno de Agronomía, obtuvo el “Red Winemaker of the Year” destacado galardón que entrega el certamen International Wine Challenge. 

Con 15 años de experiencia en la Viña Undurraga, en la que lidera el equipo enológico desde 2013, el alumni de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales, Rafael Urrejola, fue reconocido como uno de los mejores enólogos del mundo. Esto, tras obtener el premio “Red Wine Maker of the Year” en 2023, en la competencia International Wine Challenge (IWC) en Reino Unido. 

Este certamen internacional reúne a muchas de las figuras más influyentes de la industria del vino, captando a más de 500 expertos de 38 países, que compiten con sus mejores vinos en las categorías tinto, blanco, espumante y sake (vino japonés). 

El agrónomo UC ya había sido nominado entre los top Red Winemaker of the Year en 2014 y 2022 representando a Undurraga, siendo el año pasado donde el jurado internacional, compuesto exclusivamente por expertos Master of Wine, le otorgó el reconocimiento al alumni UC. 

En esta entrevista te contamos sus impresiones por este reconocimiento, fruto de su carrera dedicada a la elaboración de vinos de calidad, y cómo la UC ha impactado su trayectoria profesional. 

¿Cómo llegaste a la enología como especialidad? 

Yo estudié Agronomía porque no me imaginaba en una oficina. En esa época era el 92, no se imaginaba uno ni el teletrabajo, ni la conectividad. Yo me imaginaba “O trabajo en una oficina con camisa y sentado en un escritorio, o tengo que estudiar Agronomía para poder moverme, ir al campo y estar más libre”. Tenía el ejemplo de mi padre que se dedicaba a la fruta, y lo veía que llegaba todo embarrado. Me encantaba salir con él porque salíamos fuera de Santiago, almorzábamos por ahí, estábamos en lugares más naturales que el cemento de Santiago, en los campos frutales. Siempre me gustó eso, y por eso estudié la carrera, pero ahí pasé por distintas dudas.  

En algún momento pensé en algo como ganadería, el romanticismo del sur, y así otras áreas de la carrera. Ahora que recuerdo, en el anuario del colegio en cuarto medio, recuerdo que me pusieron «Te deseamos mucha suerte en Agronomía, dedicado a las viñas, por supuesto», yo creo que quizás mis amigos me conocían más a mí que yo mismo.  

Por otro lado, siempre me ha gustado el poder crear algo. Poder poner algo de creatividad en algo tuyo o en lo que haces, y nunca tuve ni mucho talento ni mucha perseverancia en el arte y la música, que me gusta mucho. Y bueno, cuando vas aprendiendo en la carrera, y tienes que tomar cierta especialidad y empiezas a meterle más cabeza, claro, ahí pensé que en las viñas, en el vino, puedes crear algo. Ahí empecé a meterme. Me acuerdo que con compañeros empezamos a probar vinos como para aprender, me empecé a apasionar con el tema, y al final terminó gustándome mucho, que es la gran clave para que te vaya bien. Te tiene que gustar mucho lo que haces para que le metas ganas, perseveres, busques, y creo que ese fue mi caso.

¿Cómo fueron tus inicios en la industria de la elaboración del vino? 

Después de que salí de la universidad, generalmente lo que hacemos los enólogos es que tratamos de participar en distintas vendimias (cosechas de la uva para la producción), alrededor de dos cada año, como para aprender más, capacitarte y generar un currículum interesante para tu búsqueda laboral. Además, es una buena oportunidad para viajar, conocer desde lo más técnico del proceso de extracción de la uva, así como también la experiencia de la mano de obra, por ejemplo, en las bodegas. Es mucho de estar ahí con los camiones, las mangueras, haciendo el vino en sí, y se aprende mucho.  

Estuve como 3 años haciendo eso, en Estados Unidos, en Francia, acá en Chile en varias viñas, y luego me incorporé a la Viña Leyda, en el Valle de Leyda en San Antonio. Y posterior a esa experiencia, empecé a trabajar en la Viña Undurraga en la que llevo ya 15 años. En 2007 me incorporé al equipo enológico y desde 2013 que lo dirijo. 

Fotografía de Rafael Urrejola en una viña tomando una botella de vino con sus manos

Rafael Urrejola en Parras viejas, Cauquenes.

Luego de tus dos nominaciones a Red Winemaker of the Year en el certamen International Wine Challenge, finalmente obtuviste el galardón en 2023. ¿Cómo recibiste ese reconocimiento? 

El International Wine Challenge es una de las tres o cuatro competencias mundiales de este tipo más importantes a nivel mundial, donde todos los jurados son Master of Wine, un título que es muy difícil de obtener y se dan en Inglaterra, Estados Unidos, Australia, pero, por ejemplo, no hay ninguno chileno. O sea, partes de gente muy capacitada y con mucho conocimiento.   

En este concurso, viñas de todo el mundo postulan sus creaciones, entonces es súper competitivo. El vino va pasando etapas, lo van probando varias veces, hasta que llegan a los mejores 10 vinos del concurso. Nosotros en la Viña Undurraga llegamos a estar, en una oportunidad, con uno de los 10 mejores vinos tintos. Y además de las categorías de vino, tienen una categoría del enólogo del año, de acuerdo a cómo le fue a los vinos que hizo ese enólogo en esa edición del concurso. A nosotros nos fue súper bien porque casi todos los vinos de la viña quedaron o con medalla de oro o medalla de plata, o sea muy arriba. 

Generalmente nos va bien en ese concurso, había estado ya en la terna dos veces antes, pero generalmente ganan europeos, como franceses, españoles, y también australianos, pero ese año nos fue muy bien con los vinos así que salí elegido yo, y fue súper gratificante. Al principio con mucha sorpresa y mucha satisfacción. Con los días pude ir a recoger el premio y me lo traje. Mis hijos le dicen el balón de oro como en el fútbol. Y ahí fue como una segunda retribución, más familiar y más cercana, súper gratificante porque al final todo este trabajo es muy de equipo.  

El hecho de que yo salga responsable de los vinos no significa que lo hago solo, al contrario. Hay un equipo con el que venimos trabajando juntos hace 15 años en la viña. Si bien estos premios son un poco personificados, llevados a una persona, lo que al final están premiando son vinos que hacemos entre muchos. Entonces también tratando de que el equipo y la gente lo entienda así, a pesar de que es uno es el que pone la cara.

¿Cómo describirías los vinos que has elaborado junto a tu equipo, y que han sido destacados en estas competencias? 

El estilo de vino que me gusta hacer a mí, que hacemos acá en la viña y que calza muy bien para el mercado europeo, el mercado inglés, son vinos que no son tan intervenidos; que hablan mucho del lugar de donde vienen; que tienen todo un trasfondo de zonificación, de mostrar la diversidad de Chile que, de repente, no la dimensionamos. Tenemos clima, suelo, latitudes que no tienen otros países, y que nos permiten, al menos en el vino, crear productos súper especiales de distinto lugares. Eso es lo que hemos tratado con la marca que yo trabajo. Hacemos vinos de todo Chile, y creo que eso también se premió en este concurso. 

En palabras simples, para no irse a lo técnico, como todo orden de cosas que se ingieren, el 99% de las cosas que uno toma son muy elaboradas, desarrolladas en serie, en grandes industrias. Gran parte de los vinos son lotes muy grandes, se junta mucha uva, se procesa, se filtra, y termina en una botella “de receta”, iguales todas. Pero hay un pequeño porcentaje de vinos, más finos, y más hechos “artesanalmente”, en el sentido de que los intervenimos poco, los cuidamos y hacemos como haría una persona en su casa. Y eso, además, respetando el lugar de dónde viene.  

El vino puede tener restos de azúcar del jugo y pueden ser vinos bien dulces; o con mucho aroma a madera, y todo eso es como un maquillaje que queda bonito, perfecto, como el tomatito rojo del supermercado, pero con un sabor fome, insípido o parecido a todo lo demás. Estos vinos en espcífico, no. Son vinos que vienen de un lugar en particular, por ejemplo, en la cordillera o en la costa o en el norte, entonces tienen una expresión de sabores y aromas súper particulares que te conectan con el lugar. Es, además, una experiencia. 

Fotografía antigua de cuatro personas

Fotografía de 1998. De izquierda a derecha: Andrés Sanhueza (e. Santa Ema) Rodrigo Soto (e. Quintessa), Andrea León (e. Lapostolle) y Rafael Urrejola.

¿Cómo recuerdas tu paso por la UC? ¿Tienes alguna anécdota? 

Rescato en la parte de especialidad, que habían profesores súper didácticos, muy buenos profesores en el sentido de enseñar, de transmitir lo que saben, y yo creo que lo extra universitario, de prácticas, de trabajos, sirve demasiado para todo. Porque por mucho que salgas con un título y con conocimiento, si no sabes trabajar, partiste mal. Yo tenía la inquietud de hacer más actividades prácticas de las que nos daban, y la compartí con algunos compañeros, ya que siempre he pensado que se debiera hacer algo más práctico, y no sólo teórico, sobre todo en nuestra carrera. Recuerdo que había un taller de saber catar, probar, detectar los defectos del vino, por qué se hacen, y de ahí tengo un súper buen recuerdo.  

Como anécdota, hubo un taller donde teníamos que hacer un vino. Era súper difícil porque era en pareja y no estaban mucho las condiciones, y la verdad que no nos fue muy bien con mi compañero. Nos quedó mal, no sabíamos, pero me quedé con el bichito de “Me fue mal”. Supe identificar un poco el porqué, entonces hice otro en paralelo en mi casa, con los conocimientos que tenía, para mí, para saber cómo salía, y ese vino fueron como 5 litros, 6 o 7 botellas. De hecho, tengo una guardada hasta ahora, y la verdad es que quedó súper bueno. Más de una botella la tomé con amigos y les decía -«Este vino lo hice yo», -«Ay, mentiroso cómo lo hiciste», -«No, en serio, ¡lo hice yo!». Se llamaba Bouchardeau, ya que justo fue el mundial de fútbol donde un árbitro nos robó un partido, que se llamaba Lucien Bouchardeau, entonces le puse así al vino. Mucha gente se acuerda de eso, y nada. Fue el primer vino que hice, y fue un poco gracias a lo mal que nos fue en ese taller. ¡Quedó bueno y se disfrutó! 

En tu experiencia, ¿cómo describirías el sello UC? 

Para mí el sello UC, en mi época de estudiante, fue la diversidad de personas, de otras regiones, de otro tipo de educación. Para mí el sello principal, es abrir la mente y conocer, y hacerte amigos de gente muy distinta, que de repente tiene intereses, conocimientos, hábitos, pensamientos muy distintos a cómo uno viene “seteado”, y cómo eso te abre la mente. Eso en mi experiencia como estudiante.  

Por otro lado, en mi experiencia profesional, me ha tocado contratar muchos practicantes para las vendimias y ese tipo de trabajos, de distintas instituciones y, si bien ha habido de todo, los estudiantes UC generalmente han tenido una tendencia a querer hacer las cosas bien, que no sé si es algo que se enseña o se absorbe, pero es querer hacer las cosas bien terminadas, se nota cierta rigurosidad de orden y de compromiso. 

¿Cuáles son tus próximos proyectos? 

Este premio, y lo que nos está pasando ahora con Undurraga, es que ésta es una viña súper tradicional, que fue familiar por la mayoría de su historia. Luego la compraron socios que quisieron modernizarla y llevarla a otro nivel de calidad y presencia en el mercado. Todo esto tarda mucho en suceder, y trabajamos muy duro, más de 10, 12 años en tratar de generar todo este círculo virtuoso de reconocimiento, de mayores ventas, de mayor aceptación en los consumidores más exigentes de vino, y a eso se está llegando recién ahora. Entonces, en lo personal, y por mi trabajo, estoy más enfocado en consolidar eso. De alguna forma, tratar de consolidar esta posición que logramos, de comunicarla, de que la gente conozca más nuestros vinos.  

Por otro lado, estoy en un proyecto con mi señora, donde hacemos un vino bien chiquitito. Ella también es enóloga, y eso también nos tiene muy entretenidos porque es en microescala, pero es algo que nos une. Y, de alguna forma, mostramos nuestra dedicación de vida en algo chiquitito que lo compran nuestros amigos. Es muy gratificante, es como un satélite.

Profesionalmente me veo mucho más rato en Undurraga, pero creo que sería bueno refrescar un poco con nuevas ideas y hacer cosas novedosas en equipo, además de empezar un trabajo de capacitación hacia ellos. 

¿Qué sueñas para Chile? 

Nos hemos transformado en gente súper egoísta, nos miramos mucho hacia adentro, hacia nuestras ideas. Yo creo que si en algún minuto no hay un cambio en esto, y se abre más hacia la empatía, a que la gente que tiene que tomar decisiones piense en lo que es mejor para la mayoría de la gente y no lo que es mejor para mí, se va a destrabar todo esto, porque siento que no avanzamos en nada. Entonces sueño con eso, con algún alcachofazo que haga que empecemos a conversar, ponernos de acuerdo y avanzar. Porque el diagnóstico es común, pero cada lado, cada persona quiere hacerlo a su manera, y eso no existe. No existe en el colegio, en tu casa, en la universidad. Siempre tienes que ponerte de acuerdo, ceder, y creo que eso llevaría a un país más equitativo, más feliz, menos atormentado por todo lo que le pasa, la seguridad, la falta de oportunidades, las deudas.  

A nosotros nos toca ver mucho lo rural, y vemos gente que está igual que hace 20 años, es cosa de escuchar El baile de los que sobran de Los prisioneros. Han pasado 40 años y la historia es lo mismo. Un país en que un niño no se quede sin una oportunidad porque no hubo. Creo que ese paso hay que darlo. Yo tuve compañeros muy muy humildes, y salieron adelante gracias a que tuvieron una oportunidad, y hoy tienen una vida completamente distinta a la que tenían sus familias. Creo que eso es vital. 

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