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Entrevista a un egresado: Dr. Reynaldo Gómez

Institutano de corazón, el Dr. Reynaldo Gómez, junto a su hermano Guillermo, ambos ingresaron a la carrera de Medicina en la UC en el año 1972. Por esa razón, cuenta, siempre se sintió acompañado en su camino hacia lo que desde temprana edad quiso dedicarse.

El Dr. Reynaldo Gómez es un reconocido urólogo que ha ocupado cargos de relevancia en el área a nivel nacional e internacional. Perteneció al directorio y fue presidente de la Sociedad Chilena de Urología, también fue presidente de la Sociedad Internacional de Urología (SIU) en la que fue reconocido como miembro distinguido en 2023.

Actualmente, el Especialista en Reconstrucción Genitourinaria forma parte del servicio de urología del Hospital del Trabajador donde ha instituido un fellowship clínico de cirugía urológica y reconstructiva, junto a la demostración de cirugías en directo para contribuir con la transferencia de conocimientos a sus colegas y, con ello, a los pacientes.

Además, en el ámbito social la generación de 1978 de la Escuela de Medicina UC de cual es parte el Dr. Gómez ha destacado por su solidaridad a través de una beca – la Beca Generación 78 Medicina UC -, que brinda soporte económico para estudiantes talentosos de la Escuela con condiciones socioeconómicas desventajadas.

Entrevistamos al Dr. Gómez para conocer más sobre su historia y de qué manera su formación UC impactó en su desarrollo personal y profesional.

¿Cómo llegas a Medicina en la UC?

Me siento muy favorecido por la vida, porque yo siempre supe lo que quería hacer en mi vida, cosa que no todo el mundo le pasa. Veo una cantidad de chicos muy talentosos que de repente andan dando vueltas y no logran identificar qué es lo que quieren hacer en la vida. Yo siempre supe, de chico, que quería ser médico, no había ninguna otra alternativa.

Mis padres no eran de muchos recursos. Mi hermano Guillermo y yo estudiamos en el Instituto Nacional y éramos compañeros. No éramos gemelos ni mellizos, pero por alguna razón me adelanté un año cuando era muy pequeño y quedé junto con mi hermano, e incluso ingresamos juntos a la carrera de Medicina en la UC. Eso nos marcó bastante porque nos apoyábamos mutuamente.

En el colegio teníamos bastantes buenas calificaciones y obtuvimos buenos puntajes en la prueba, así que pudimos inscribirnos en Medicina de la Universidad Católica, que era la carrera top.

Entramos a estudiar a la Universidad Católica y nos dimos cuenta de que veníamos con muy buena preparación del Instituto Nacional, el cual estaba en su época dorada. Estudiar en el Instituto Nacional era una responsabilidad muy grande con el país, con el Estado, con la comunidad, y nosotros nos sentíamos responsables de ese mandato.

¿Cómo impactaron tus estudios de pregrado y de especialidad médica en la Universidad Católica en tu vida profesional?

Fíjate que recibir educación es un privilegio; la educación en sí es un don. No te lo puedes llevar para la casa, no es un derecho adquirido de ninguna manera. Y si por diversas razones has podido tener acceso a ese nivel máximo de educación, es una responsabilidad tremenda que tienes que devolver.

Por eso que medicina es bastante grato, porque tú tienes esa posibilidad; esa sensación o satisfacción de sentir que estás pudiendo devolver lo que la carrera en la católica se sentía y se palpaba bien. Y más que lo religioso, es algo que está en los principios de igualdad, de respeto, de responsabilidad, de sentirse que uno es parte de una comunidad a la cual no puedes abandonar.

¿Cuáles son tus mejores recuerdos?

Yo participé en absolutamente todas las actividades que se me pasaron por delante durante mi estadía en la Universidad. Fui a todos los trabajos de verano, fui a los trabajos de invierno, fui jefe de comunidad. Muchos de los líderes actuales que salieron de la UC en esa época, tuve la oportunidad de conocerlos bastante; gente que te va marcando por diversas razones, en términos de fondo. Épocas muy turbulentas también, yo estaba en la universidad en los años 73, 74. Yo entré a Medicina en el año 72.

Al mismo tiempo, participé en la Semana del novato, en la semana universitaria, que creo que son actividades fantásticas, y que es una pena terrible que se hayan perdido y que ya no sean recuperables. Eran actividades transversales de unión, de conocimiento entre las distintas facultades, de una sana competencia, de un sano espíritu universitario. Había libertad para ciertas actividades que desgraciadamente la vida más moderna ha tenido que restringir para evitar abusos.

A modo de anécdota, y para dar a conocer un poco cómo eran ese tipo de actividades en la época, en el Cerro Santa Lucía se marcaban las 12:00 del día con un cañonazo, como tradición. Y en una oportunidad, convencieron al cañonero para que el cañonazo sonara a las 11:00 en vez del medio día. Ese tipo de cosas, ¿me entiendes?

Pero, por otro lado, pasábamos metidos en la universidad. Éramos súper mateos. En la época que en la Casa Central toda la parte del medio era un gran jardín y había un casino, ese patio era donde estudiábamos. Y en el Centro de Alumnos, donde teníamos una oficina, nos juntábamos en las tardes a tocar guitarra. Ahí era el punto de encuentro.

¿Cómo llegas a la Urología?

Es divertido porque en la Escuela de Medicina los primeros dos años eran solamente de ramos básicos y uno se frustraba bastante porque, bueno, de medicina no tenía nada, ¿verdad? Matemática, cálculo, química, era terrible. Pero una vez que se sobrevivía a eso, empezaban los ramos clínicos en tercer año, y ahí me tocó ir por primera vez a hacer el curso de cirugía en el Sotero del Río. En ese momento dije «esto es lo mío. Yo tengo que ser cirujano”, y me orienté de inmediato como alumno voluntario a hacer turnos de urgencia en el hospital, durante toda la carrera, sólo para aprender y hacer lo que me gustaba. En esa época, además me interesaba el trasplante renal que en ese entonces era lo top, por lo que finalmente me decidí por hacerme urólogo.

Una vez que terminé de estudiar, buscando trabajo llegué casi por casualidad al Hospital del Trabajador que es donde estoy ahora, y por esas cosas paradójicas de la vida, yo he hecho todo tipo de cirugía, ¡de todo!, y lo único que nunca he hecho es un trasplante renal. Eso me ha pasado por lo menos dos o tres veces en mi vida, que, partiendo a buscar oro, encontré plata. Y eso es precisamente un mensaje que me gustaría entregar.

Si me preguntan, yo siento que la vida, sobre todo la vida profesional, es como una combinación de viento y timón. El viento es el que te tocó, no lo puedes modificar, pero el timón depende de ti. Tú tienes que decidir qué vas a hacer con ese viento, y tienes que saber aprovecharlo. Muchas veces uno parte la vida navegando hacia una determinada isla, pero el viento te lleva para otra, y si llegaste a otra tienes que darte cuenta de que esa es tu isla y debes luchar para hacer que sea la mejor.

¿Cómo llegas a Estados Unidos y cuáles fueron tus mayores aprendizajes?

Cuando yo llegué al Hospital del Trabajador había pacientes con patologías que yo nunca había visto antes, eran totalmente distintas, entonces tuve que ponerme a estudiar y aprender. Y en ese proceso, me surgió la necesidad de ir a capacitarme a Estados Unidos en manejo de traumatismos. Fui al mejor hospital de trauma de Estados Unidos, el de San Francisco. En esa época ya eran los capos.

El líder de todo ese equipo, con quien yo quería ir a trabajar, estaba dedicado a hacer cirugía de la uretra. Entonces yo fui buscando trauma, y encontré la uretra, y en este momento después de 30 años nuestro hospital es el líder de cirugía uretral en Latinoamérica. Fui buscando, como te decía, oro y encontré plata. Entonces también eso es importante, entender que las oportunidades están ahí, que uno tiene que poder verlas y desarrollarlas siempre. Depende de uno ver qué hacer con el viento que te toca.

¿Cómo llegas a ser parte de la creación del actual fellowship clínico de cirugía urológica y reconstructiva en el Hospital del Trabajador?

Siento que el conocimiento no tiene dueño, que es prestado. Es un don que te da la vida, que te permite acceso a ese conocimiento con la condición de que lo traspases; que lo compartas, porque si no, no podría haber avances en ninguna disciplina, en ningún área. Pero no todo el mundo tiene eso tan claro. Hubo épocas en que el conocimiento era mezquino, y que quienes adquirían ese conocimiento lo guardaban para sí, por muchas razones.

Entonces lo que sucedió es que cuando nosotros llegamos de vuelta de Estados Unidos, empezamos a hacer cirugía de la uretra, que nadie hacía en esa época, y lo empezamos a comunicar. Al cabo de unos 10 años de experiencia, nos empezamos a dar cuenta de que la cosa funcionaba, entonces empezamos a comunicar nuestros resultados, a hacer presentaciones, las reuniones de la sociedad, publicaciones, etc.

Inicialmente hubo bastante reticencia e incredulidad de los líderes de esa época, quienes manejaban estos problemas de otra manera. Sin embargo, a algunos chicos jóvenes les llamó la atención, y nos empezaron a llamar: “Oye, si tienes un paciente para operar, avísame, yo voy, quiero verte, cómo lo haces”, y me gustó eso. Hasta que el año 2004, por casualidad teníamos como tres o cuatro pacientes para operar, lo cual es bastante raro porque no es una enfermedad muy frecuente. Entonces, pusimos una cámara, proyectamos las cirugías al auditorio del hospital, publicamos la invitación a quien quisiera venir, y llegaron como cuarenta colegas. Y ese fue el comienzo.

Además, afortunadamente en mi estadía en Estados Unidos conocí a harta gente y me hice amigo de muchachos de mi nivel y también de profesores, incluido quién era en ese entonces el Elon Musk de la uretra, con quien nos asociamos e hicimos muchos cursos. Todas estas experiencias llevaron, finalmente, a institucionalizar el proyecto en este fellowship clínico.

Durante tu trayectoria, has ocupado importantes cargos en relación a la urología, y también has recibido diversas distinciones. ¿Cómo te sientes respecto a esto?

Fue un poco inesperado, yo he sido distinguido con algunos reconocimientos muy importantes por parte de mis colegas de la Sociedad de Urología, por ejemplo, me nombraron Maestro de la urología chilena. Y fue bastante sorprendente, porque uno tiende a pensar que los maestros de una determinada especialidad suelen ser los profesores de las cátedras, quienes están vinculados directamente a la docencia, y la docencia por naturaleza está en las instituciones académicas, pero este hospital no es el caso. A mí me tocó trabajar en un hospital que tiene otro objetivo y que no es, por definición, una institución primariamente académica.

Yo creo que un poco eso es lo que la Sociedad Chilena de Urología ha reconocido, porque, te insisto, esto nunca ha sido una cátedra, nunca ha sido una institución primariamente académica, pero sí que hemos seguido las mismas directrices, las mismas pautas. De eso se trata, de entender que academia de alto nivel se puede hacer en cualquier parte, solo te tienes que dedicar y comprometer. Tienes que darte el trabajo de publicar y compartir lo que tú haces, pese a que publicar en un paper se hace cada vez más difícil. También tenemos la oportunidad aquí en nuestro hospital de recibir otros urólogos que vienen a hacer estadías de observación.

¿Alguna anécdota de tu época universitaria que nos compartir?

Cuando nosotros egresamos en el año 78, había bastante inquietud política y social. Tal era así que, en esa época, los títulos de médico los entregaba el presidente de la República y había discursos, pero el año anterior, el discurso del egresado fue muy incendiario. Tanto así que la universidad decidió suspender el evento, por lo tanto, a nosotros nadie nos tituló.

Nosotros en ese momento estábamos demasiado preocupados de nuestro futuro, de las postulaciones, de las becas, de dónde íbamos a ir, etcétera, por lo tanto, nadie pudo hacer mucho al respecto, y así quedó. Pasó el tiempo, y resulta que hace unos años cumplimos 40 años de egresados. Sucede que el Vicedecano de la Escuela, el Dr. Jaime Godoy que es de nuestra generación le comentó este hecho al Rector y a raíz de eso, finalmente en 2018 se hizo una ceremonia en el Salón de Honor con todas la de la ley, los discursos, los juramentos, los diplomas…. recién ahí juramos como médicos.

¿Tras ese encuentro surge la creación de la beca para estudiantes de la generación 1978?

Ese fue un momento de reencuentro tan increíble, entre nosotros mismos, donde asistieron prácticamente todos, incluso los que viven en el extranjero. Fue un momento fantástico, la verdad. Después de eso, olvídate los abrazos, las lágrimas, las anécdotas, se produjo un momento espiritual tremendo.

Entonces, nos dimos cuenta de todo lo que la Universidad nos había entregado y que a todos nos había ido bien, habíamos sido felices haciendo lo que amábamos. Dijimos somos agradecidos de la vida, somos benditos, y por eso esto no puede terminar solamente con un cocktail y una foto. Tenemos que hacer algo, algo que vaya más allá. Entonces constituimos una beca para apoyar a chicos de la Escuela de Medicina que tienen dificultades, que incluso se han enfrentado al dolor de tener que suspender o no poder terminar sus estudios por dificultades de la vida. Y así nos enteramos de un montón de casos.

Nos enterramos un chico que estudiaba y que no tenía computador. El chico tenía que hacer fila en la biblioteca porque no tenía plata para tener un computador. Otro se venía en bicicleta de Maipú porque no tenía plata, no alcanzaba la Bip!. Historias como esa, ¡ene! Así que nosotros nos sentimos muy orgullosos de poder devolver parte de lo tanto que hemos recibido.

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