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Entrevista a un egresado UC: Sebastián Zulueta

Sobre su paso por la Facultad de Economía y Administración,  y una trayectoria marcada por una incesante labor social, nos cuenta Sebastián Zulueta, alumni UC y actual Secretario Ejecutivo de América Solidaria.

¿Qué fue lo que te motivó a estudiar Ingeniería Comercial en la Universidad Católica?

La motivación más fuerte para elegir Ingeniería Comercial la encontré cuando ya había comenzado a estudiar la carrera. Inicialmente, mi elección de la carrera fue una intuición, ya que estaba indeciso entre Letras, Psicología e Ingeniería Comercial (¡muy diferentes cada una de la otra!), pero cuando comencé a descubrir que Ingeniería Comercial me entregaba conocimientos para entender el ADN de las organizaciones, y claves para transformarlas en instituciones más transparentes, equivalentes y efectivas, me enamoré de ella. Creo firmemente que la transformación de la sociedad se debe jugar en distintos niveles, entre los cuales están el personal, interpersonal, social y ecológico. Junto con éstas, la dimensión organizacional es fundamental. Desde que nacemos hasta nuestros últimos días de vida nos socializamos en distintas organizaciones: familia, escuela, iglesias, universidad, voluntariados, empresas, estado. Sólo si logramos transformar la lógica de éstas en una más justa y humana, podremos transformar la sociedad en aquella que soñamos.

¿Qué significó tu paso por la Universidad Católica, y específicamente, por la Facultad de Economía y Administración?

El paso por la Facultad de Economía y Administración fue un despertar. Yo venía de una realidad muy homogénea y poco desafiante… Una realidad que me decía: “busca estudiar una carrera que te permita ser una buena pieza en esta mesa de Ajedrez”. Pero al entrar a la Facultad se fue desplegando frente a mí un camino que me permitió comprender que no sólo debía ser una buena pieza en el tablero, sino que podía trabajar con otras personas para cambiar las reglas y proponer nuevas actitudes para participar en las partidas. Por un lado, fueron los conocimientos que recibí. Pero, por otro, la gran cantidad de relaciones y redes que fui construyendo con personas de mi facultad y de toda la universidad. Participar en la semana novata, comenzar a organizar actividades culturales, trabajar en proyectos de acción social, organizar trabajos voluntarios, entrar en el mundo de la representación estudiantil, fueron algunos hitos que me permitieron y abrieron la mirada a un mundo mucho más grande, del cual constataba que yo era co-responsable.

¿Qué aprendizajes obtuviste tras haber sido presidente de la Federación de Estudiantes? ¿Qué herramientas te entregó esta experiencia?

El principal aprendizaje que me entregó el haber sido presidente de Ingeniería comercial y luego de la Federación de Estudiantes, fue la valoración de la política como espacio fundamental para la transformación de la sociedad. La vocación que había ido fortaleciendo en mi paso por la universidad era la de buscar formas efectivas que permitieran que las personas fueran respetadas en su dignidad, principalmente a través de proyectos de acción social. Pero el haber estado en el Centro de Alumnos y en la Federación me mostraron que la solidaridad tiene una dimensión importantísima: la dimensión política. Si es que no trabajamos en cambiar la forma en que elegimos organizarnos como Polis- si es que no cambiamos las estructuras y la forma en que el poder es repartido- no podremos tener éxito en nuestros esfuerzos de transformación social. El participar en espacios de gobernanza como el Consejo de Presidentes, el Consejo Superior, la CONFECH, y tantos otros, me dieron herramientas para incidir en la política. Es a través de la Incidencia Pública (advocacy) como podemos afectar más profundamente la política: generando conocimiento, articulando redes, generando conciencia pública y articulando esfuerzos de transformación de las políticas públicas.

Mi paso por la FEUC también me entregó la frustración de constatar que los espacios de participación están muy lejos de ser espacios que permitan avanzar hacia la transformación social y planetaria a la velocidad que necesitamos. Las estructuras de participación estudiantil, el sistema de gobernanza de las universidades, la forma en que éstas se organizan, el ministerio de educación, las políticas educacionales en Chile, se asemejan más a pirámides de poder donde muy pocas personas toman las decisiones por muchas. ¡Y estas pirámides de poder están en la gran mayoría de las organizaciones de nuestra sociedad! Estos espacios de participación limitada generan una pérdida gigante de energía y de inteligencia colectiva, que nos hacen ser poco efectivos en avanzar hacia el bienestar social. Pero esa frustración, la transformé y la transformo en motivación.

Sebastián llegó en el 2008 a trabajar en América Solidaria, fundación que tiene tres lineamientos de trabajo esenciales el día de hoy: realizar proyectos de fortalecimiento de organizaciones que trabajan con niños(as) y adolescentes, liderados por profesionales voluntarios(as). Por otra parte, la elaboración de proyectos de educación en solidaridad global, en donde promueven que tanto niños(as) como adolescentes realicen proyectos de desarrollo sostenible. Y, en tercer lugar, impulsan acciones de incidencia pública, buscando transformar las bases estructurales y culturales de la exclusión de la niñez y adolescencia. 

¿Podrías contarnos sobre tu trabajo en América Solidaria? ¿Qué labores te tocan cumplir a diario?

Mi trabajo en América Solidaria es un trabajo colectivo. Es el trabajo de una gran red de personas e instituciones que lo damos todo para que los derechos de las niñas, niños y adolescentes de nuestro continente sean respetados y promovidos. Es el trabajo de posibilitar que las niñas y niños vayan creando formas de ser protagonistas del ejercicio de sus derechos. Es el de transformar la indignación que genera la vulneración de sus derechos -que hoy condena a que un 47% de las niñas y niños del continente vivan en situación de pobreza- en propuestas. Es el trabajo de construir, con ellas y ellos, desde temprana edad, una sociedad que los cuide y los respete como personas ciudadanas.

Como Secretario Ejecutivo de América Solidaria, mi rol es velar porque nuestro propósito se cumpla en el continente, posibilitando una acción coordinada de nuestro equipo de los ocho países donde tenemos oficina, con proyectos en más de 12 países. Mi trabajo consiste en posibilitar que la visión del directorio -que tiene representantes de diversas partes del continente- se coordine con la gestión del equipo ejecutivo, para que nuestras proyectos tengan el mayor impacto posible. Tenemos tres líneas de acción.

Desde que te graduaste, has dedicado gran parte de tu labor al trabajo social en distintas fundaciones y ONGs. ¿Qué es para ti el compromiso público?

Para mí, el compromiso público es la vocación que nace de comprender que la felicidad personal sólo se puede alcanzar si es que las demás personas son felices. Es el saber que soy co-responsable de todo lo que no nos gusta de la sociedad y, a la vez, responsable imprescindible de transformar esa realidad. El compromiso público es el trabajo incansable por alcanzar el bienestar social que hoy, más que nunca, es indivisible con el bienestar planetario.

¿Qué diferencias ves entre estas generaciones y aquellas en las que estudiaste tú y tus pares?

Veo en las nuevas generaciones el tránsito acelerado que me llena de esperanza. Es el tránsito desde el ego personal hacia el ego colectivo; desde el “es tan difícil” hacia el “todo es posible”; desde el héroe singular hacia las victorias compartidas; desde los partidos políticos hacia los movimientos sociales; desde el deber ser hacia la causa; desde lo vertical hacia lo horizontal; el tránsito desde la incomodidad complaciente hacia la coherencia activa. El gran desafío de las nuevas generaciones es sacudirse de las antiguas prácticas -como la violencia y el adoctrinamiento- que erosionan más que potencian sus ideales.

Sabemos que América Solidaria es parte de las distintas organizaciones firmantes del Nuevo Pacto Social, el cual propone abrir espacios de diálogo, instaurar instancias de convergencia y democratizar el poder, entre otras cosas. ¿Estas demandas han tenido espacio en la agenda política en los últimos meses? ¿Han podido introducirlas en la esfera política demostrando la alta adhesión que tienen?

A los pocos días del estallido social ocurrido en octubre de 2019, diversas organizaciones de la sociedad civil decidieron reunirse en torno a un propósito compartido: construir “un nuevo sistema de relaciones personales, comunitarias e institucionales-políticas, sociales, ambientales, económicas, culturales, basadas en la confianza y la responsabilidad, para construir una sociedad equitativa, próspera y sostenible”. En medio de la gran intensidad de sucesos, el Nuevo Pacto Social se constituyó como una red de redes inédita en nuestro país. Agrupando a 10 redes de la sociedad civil (entre ellas, está Acción AG, la Comunidad de Organizaciones Solidarias, la Red de Voluntarios de Chile, SCAC -Sociedad Civil por la Acción Climática-, la Asociación Chilena de Diálogo Interreligioso, entre otras), representan a más de 800 organizaciones de nuestro país.

La innovación que ha permitido esta gran alianza es una gobernanza que impulsa la política de los acuerdos. En concreto, se ha transformado en una comunidad de impacto que promueve un sistema de decisiones de políticas por consentimiento (y no por mayoría). Esto se ha traducido en una red inclusiva que logra la apropiación y el sentido de pertenencia de todas las organizaciones parte.

Siendo uno de los sectores de la sociedad con mayor legitimidad (medida a través de la aprobación pública), el impacto que está teniendo se traduce en el importante rol de interlocución con otros sectores que ha tenido, logrando ser un punto de encuentro entre distintos sectores. Son innumerables las conversaciones, reuniones y negociaciones en las que se ha participado, que han aportado a una comprensión más profunda de la problemática, y a acciones más coordinadas para enfrentarla.

¿Cómo avanza de aquí en adelante Nuevo Pacto Social? ¿Cuáles son los lineamientos para no perder fuerza en una lucha que involucra a la sociedad civil completa?

El trabajo se está implementando a través de tres líneas concretas de acción: el proyecto Ahora nos Toca Participar -que está financiado por la Unión Europea- que busca el fortalecimiento de la democracia y de la cohesión social en Chile que busca resguardar la formación ciudadana para el plebiscito y mecanismos de participación incidente para el posible proceso constituyente; la construcción de un Mapa de Transformaciones Estratégicas, que busca la construcción consentida de las principales transformaciones que requiere nuestra sociedad; y la creación de diálogos intersectoriales, con el fin de crear un ambiente propicio para el diálogo y la creación de acuerdos. Sin embargo, hoy la Pandemia del Covid 19 nos pone un desafío mayor: el aprovechar toda la estructura que hemos creado para ponerla al servicio de un nuevo objetivo de corto plazo que es ayudar a la coordinación de una estrategia para hacer frente a la crisis social que se está generando.

¿Cómo es el Chile de tus sueños?

Sueño con un país donde se respeten los derechos de todas las personas en armonía con el planeta; donde se viva la solidaridad, sobreponiendo los intereses sociales por sobre los intereses particulares; donde cada persona ceda la satisfacción de algunas de sus necesidades para posibilitar la satisfacción de las necesidades de la humanidad. En especial, un país que ponga el interés de los niñas y niños por sobre todo interés. Sin excusas.

Sueño con un sistema educativo justo y de calidad, que potencie la vocación de cada persona, haciendo especial énfasis en la educación en ciudadanía que es el pilar fundamental de una sociedad sana.

Sueño con una democracia participativa que permita repartir el poder, descentralizando las decisiones, fomentando la transparencia activa, y siendo efectiva en su rol de construir el bienestar social. Creo que nuestra futura constitución debiera establecer un sistema parlamentarista y federalista, de la mano con una estrategia anticorrupción de una escala mayúscula.

Sueño con organizaciones horizontales, que permitan a todas las personas participar de manera equivalente en las decisiones que les afectan. Sueño con familias donde las hijas e hijos participen en las decisiones de la casa; escuelas y universidades donde el estudiantado pueda participar de las grandes decisiones; empresas donde cada trabajadora y trabajador sean vistos como socios, y el beneficio se distribuya entre todas las personas…

Sueño un país unido, que valora la interculturalidad, que fomenta la movilidad de las personas entre los países y que impulsa la integración de nuestro continente para alcanzar, en conjunto, los desafíos planetarios que nos afectan.

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