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Entrevista a una egresada UC: Pamela López

Sobre sus recuerdos en la Escuela de Teatro en Campus Oriente, su experiencia como académica en la UC, y los desafíos que hoy enfrentan los centros culturales ante la emergencia sanitaria nos cuenta la directora de Programación y Audiencias del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) y Alumni de la Escuela de Teatro, Pamela López.

¿Qué fue lo que te motivó a estudiar Teatro en la Universidad Católica?

Lo primero que me motivó a estudiar Teatro fue que yo tenía un deseo muy grande de ser actriz, y cuando uno es joven y se enfrenta a una carrera universitaria la dimensión del teatro es unidireccional. Uno piensa que estudiar Teatro implica solamente estudiar artes escénicas para poder pararse sobre un escenario, para poder ser intérprete, para poder trabajar en cine, televisión, en tablas. Sin embargo, lo bonito fue que al poco tiempo empecé a descubrir adentro de la carrera otras disciplinas del ámbito de las artes escénicas que me parecieron muy interesantes. Me acuerdo que en algún momento me gustaban mucho las clases de Dramaturgia, y pensé en tener una línea profesional por ese camino, pero también me pasó que tenía un carácter de persona súper metódica, y eso me facilitó también las herramientas en el ámbito de la producción o de la gestión que fue lo que terminé siendo finalmente. Entonces mi motivación principal fue ser actriz y la Universidad Católica me parecía un espacio importante.

¿Qué significó tu paso como alumna por la Universidad Católica, y específicamente, por la Escuela de Teatro?

No fue solo aprender de mis profesores y de mis compañeros, sino que también para mí el paso por la Escuela fue súper importante desde el punto de vista de ser un espacio de apertura, de ser un espacio de reflexión que, a mí por lo menos, me abrió la mente hacia otras realidades y a otras maneras de mirar el mundo. Eso es algo de lo que no me arrepiento jamás. Si alguien ahora me preguntara si volvería a tomar la decisión de estudiar esta carrera, sin duda lo volvería a hacer.

Yo venía también de una educación básica y media muy estructurada, y entrar a estudiar Teatro me dio la posibilidad de conocer distintas formas de pensamiento, de conocer que hay distintas dimensiones de cómo aprender: la dimensión práctica, la dimensión de la voz, la dimensión del cuerpo. Yo descubrí que mi cuerpo tenía una vida distinta a la que uno ocupa con su cuerpo en lo cotidiano. Otra dimensión aprendida en la Universidad fue social y política. En esa época yo tuve la oportunidad de ser representante del Centro de Estudiantes de la Escuela de Teatro. Fue muy bonito poder articular lo que en ese momento se llamó “El Bloque Oriente”, que era con las carreras de Filosofía, Arte, Música, Teología y Teatro -carreras que en ese momento estaban en el campus- y fue muy interesante porque eran momentos políticos en Chile previo a lo que después se conoció como la “Revolución Pingüina”. Este campus me ayudó a construirme en mi ámbito y en mi espectro ciudadano, y a mirar una nomenclatura del arte que hoy día es fundamental: el accionar cívico que el arte tiene como ejercicio de ese conglomerado social.

Hace un poco más de 8 años, te sumaste a la UC desde la vereda docente en cursos de Gestión Cultural. ¿Cómo ha sido esta experiencia en la academia?

Sumarme como docente fue una experiencia muy bonita, sentir que esta familia que es la Universidad, se expande más allá de tu posibilidad de ser estudiante y de estar ahí en un formato unidireccional. Fue muy bonito encontrarme de nuevo con mis profesores, pero ahora desde siendo colegas, tener otro tipo de conversaciones y poder ejercer otro tipo de reflexiones de manera conjunta. La posibilidad que te da la Universidad de generar un diálogo transversal, de tener programas que te abran las conversaciones hacia otros factores, como la innovación, conversaciones con otras carreras, etc., es una experiencia súper valorada. Yo he podido hacer clases en varias universidades, y sin duda alguna, desde mi punto de vista, ser docente de esta universidad marca una diferencia.

¿Qué diferencias ves entre estas generaciones y aquellas en las que estudiaste tú y tus pares?

Hay un montón de diferencias. Yo siento que hoy día, los y las estudiantes de la universidad tienen un arrojo, una capacidad de reflexión crítica sobre su quehacer que es absolutamente más grande que el nuestro. Siento que nosotros estábamos un poco más ensimismados en la creación artística, versus lo que pasa hoy, en donde las personas que están en la carrera de teatro están absolutamente conectadas con un ámbito social. La disciplina del teatro también ha crecido y se han podido ver otras salidas de campo laboral y profesional.

También, creo que, en mi época teníamos poco contacto con estudiantes de teatro de otras universidades. Hoy, los estudiantes son mucho más abiertos en mantener esa mirada gremial desde la universidad.

Los estudios para Pamela siguieron en el extranjero. Con el apoyo de Becas Chile y Beca Fullbright, cursó el Magister en Gestión Cultural en la Universidad de Columbia, Nueva  York.
Al volver, fue parte del equipo fundador del sitio soloteatro.cl, y entre el 2014 y el 2016 fue Directora Ejecutiva del Teatro UC.

Hoy, la carrera docente en la que fue su casa de estudios continúa, y también es la Directora de Programación y Audiencias en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) hace más de 4 años.

 

En un momento en donde los teatros, los cines, las galerías y los museos tienen que mantenerse cerrados, sin público. Espacios que de por sí, viven de aplausos, de visitas, de la presencia de otro(s). ¿Cómo se reformulan estos espacios para acercar la cultura en tiempos de pandemia a la sociedad?

Tener los espacios cerrados es, sin duda, algo que no habíamos vivido antes, no solamente en Chile, sino que en el mundo. Y hay muchas dudas sobre cómo estos espacios van a acercarse a la cultura, acercarse a sus públicos. Hay una dimensión también de trabajo que es desconocida que tiene que ver con la situación que las audiencias y los públicos están viviendo también en sus propios procesos. Hemos visto que la digitalización ha sido una salida de una forma concreta de estar conectados y en contacto, pero también ha habido períodos. Al inicio de estas cuarentenas hubo un boom de lo digital, mucha oferta de contenidos, nos dimos cuenta que quizás eso generó una sobresaturación en el ámbito del consumo y de la apreciación artística en este rubro. Ahora, hemos querido dar un paso atrás y empezar a formular proyectos que, de alguna manera, tengan posibilidades de accionarse en otro sentido. Fue así como hemos llegado a esta relación con “Mentes salvajes” que es una producción del GAM, que estrenamos hace pocos días, y que nos ha permitido observar, porque también hemos sido muy acuciosos en tomar métricas para poder re trabajar este vínculo con las audiencias.

Yo no sé si la digitalización es la única manera de reformular estos espacios. Pienso que hay otras preguntas que van a empezar a surgir también en torno a la subsistencia económica de estos espacios, la realidad de las especificidades del trabajo que cada uno de nosotros llevamos. Va a haber una reformulación en el campo laboral de aquellos trabajadores que ejercen un rol de acción en estos espacios culturales.

Alemania incorporó a la cultura como sector estratégico, inyectando nuevos recursos ante la emergencia de Covid-19. Además, la OMS recomienda incluir la cultura en la atención sanitaria por el carácter terapéutico de la experiencia artística en hospitales y hogares. A tu juicio, ¿Cuál es la relación que debiese existir entre la salud y la cultura en nuestro país?

Me parece que la cultura y las artes tienen dos dimensiones. Hay una dimensión que tiene que ver con el goce estético, el campo simbólico de apropiación que hace que las artes y la cultura sean en sí misma una disciplina autónoma y potente, y que vale la pena resguardar y también poner en valor. Pero también hay un segundo ámbito y es que cuando las artes y la cultura tienen el valor de colaborar, de hacer una trazabilidad diferente  en otros campos disciplinares, de estar al servicio de otras nomenclaturas, como son usualmente el campo de la educación o el campo de la salud.

El arte ha estado presente en ámbitos de salud pública en muchas instancias y en muchas ocasiones. Por ejemplo, hay un cruce que a mí me parece fundamental que es el ámbito de la salud mental. Las personas están viviendo situaciones límites, el confinamiento, el tener que estar encerrados en nuestras casas en diferentes realidades va a ser, sin duda, algo que nos va a afectar como población en un rango que va a ser muy difícil medir ahora, pero que va a tener un coletazo posterior y que tiene que ver con el ámbito de nuestra salud mental. Creo que desde ese punto de vista las artes y la cultura pueden hacer una contribución vital.

 ¿Cómo es el Chile que sueñas?

Sueño un Chile donde prime el diálogo. Sueño un Chile donde prime la idea de los consensos. Sueño un Chile más justo. Sueño un Chile que sea capaz de generar procesos de empatía y que seamos también capaces de construir en torno a una sociedad que en estos momentos se plantea extremadamente desigual. Pero, por, sobre todo, sueño un Chile en donde la cultura y las artes tengan un valor evidente para su constructo social. Sueño con un Chile que ponga en valor a la cultura no solamente en un constructo simbólico, sino que también económico. Sueño con un Chile donde se asigne un presupuesto de la nación que sobrepase el 1%. Nuestro presupuesto no llega a ser ni del 0,3% en el campo de la cultura a nivel nacional, y eso es algo que hay que trabajar y cambiar. Sueño con un Chile que entienda que las artes son imprescindibles para su ciudadanía.

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